Tenemos
la plena convicción de que el desarrollo tecnológico de los últimos años nos ha
ofrecido algo que abre un nuevo mundo de posibilidades a nuestro poder de
elección. Todos tenemos una opinión más o menos formada ya sea a favor o en
contra de este acontecimiento. Lo que subyace en la obra de Langdon Winner es
el uso de determinadas tecnologías en nuestro mundo actual: ¿Cuáles tecnologías
son las mejores para nosotros y por qué? Es una pregunta que sin ninguna duda desemboca
en un debate político, de hecho Winner relaciona democracia y tecnología. Los
desarrollos en el campo de la tecnología son objeto de la opinión pública, tal
es así, que un sector concreto de la población que tenga conocimientos sobre el
nuevo desarrollo llevado a debate hasta el punto que tengan la razón tanto si
quieren invertir en ella como si no. Hemos visto que en las entradas anteriores
hablábamos de ciertos acontecimientos en los que había una minoría que se
estaba lucrando con el fenómeno que tratábamos. Esta ocasión tiene un efecto
similar, y es que Winner desarrolla un matiz más, explicando la relación entre
el espacio físico y el artefacto que se está desarrollando. Por ejemplo, un
molino de viento para producir energía eólica está situado en un espacio en el
que no es necesario contar con un cuerpo de agentes de seguridad, nadie puede
utilizarlo perjudicialmente. Sin embargo, en una central nuclear se necesita un
grupo de agentes de seguridad especialmente preparado para ello. La central
nuclear cuenta por tanto con un poder que otras energías no poseen. En cuanto a
la informática debemos hablar del software libre y su oposición al que está
comercializado. Tenemos la opción de utilizar el libre dejando a la gente que
está preparada en estos asuntos la posibilidad de hacer mejoras, sin embargo el comercializado
no sólo vende el producto a un precio desorbitado sino que imposibilita su
renovación para volver a pagar en unos años otro precio, seguramente más alto
por las mejoras añadidas por los creadores del software. Una vez más vemos que
hay un sector de la población que se está lucrando con algo que debería ser
compartido por todos sin ningún tipo de limitación más que la propia naturaleza
del hombre.La política es quizá la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación Robert Louis Stevenson
jueves, 13 de junio de 2013
La ballena y el reactor
Tenemos
la plena convicción de que el desarrollo tecnológico de los últimos años nos ha
ofrecido algo que abre un nuevo mundo de posibilidades a nuestro poder de
elección. Todos tenemos una opinión más o menos formada ya sea a favor o en
contra de este acontecimiento. Lo que subyace en la obra de Langdon Winner es
el uso de determinadas tecnologías en nuestro mundo actual: ¿Cuáles tecnologías
son las mejores para nosotros y por qué? Es una pregunta que sin ninguna duda desemboca
en un debate político, de hecho Winner relaciona democracia y tecnología. Los
desarrollos en el campo de la tecnología son objeto de la opinión pública, tal
es así, que un sector concreto de la población que tenga conocimientos sobre el
nuevo desarrollo llevado a debate hasta el punto que tengan la razón tanto si
quieren invertir en ella como si no. Hemos visto que en las entradas anteriores
hablábamos de ciertos acontecimientos en los que había una minoría que se
estaba lucrando con el fenómeno que tratábamos. Esta ocasión tiene un efecto
similar, y es que Winner desarrolla un matiz más, explicando la relación entre
el espacio físico y el artefacto que se está desarrollando. Por ejemplo, un
molino de viento para producir energía eólica está situado en un espacio en el
que no es necesario contar con un cuerpo de agentes de seguridad, nadie puede
utilizarlo perjudicialmente. Sin embargo, en una central nuclear se necesita un
grupo de agentes de seguridad especialmente preparado para ello. La central
nuclear cuenta por tanto con un poder que otras energías no poseen. En cuanto a
la informática debemos hablar del software libre y su oposición al que está
comercializado. Tenemos la opción de utilizar el libre dejando a la gente que
está preparada en estos asuntos la posibilidad de hacer mejoras, sin embargo el comercializado
no sólo vende el producto a un precio desorbitado sino que imposibilita su
renovación para volver a pagar en unos años otro precio, seguramente más alto
por las mejoras añadidas por los creadores del software. Una vez más vemos que
hay un sector de la población que se está lucrando con algo que debería ser
compartido por todos sin ningún tipo de limitación más que la propia naturaleza
del hombre.
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