La conocida técnica del shock aplicada a la psiquiatría en
los años 50 puede utilizarse como expresión para una determinada ideología política.
Ideología política que igualmente consiste en el aislamiento sensorial para
llevarte de la desorientación o crisis provocada por un estado regulado
obsoleto en este sentido, al shock, que supone la salida de esa crisis con la liberalización
del mercado o la liberación de dudas para entregarte al que diseñe tu vida por
ti. Una desregularización que aparentemente es indeseable se acaba aceptando
como inevitables gracias a esta medida. Esta es la interpretación hecha por
Naomi Klein de Milton Friedman por haber intentado llevar la democracia a los
países mediante el capitalismo, esto es, la libertad económica para la
posterior libertad política. De hecho, la doctrina económica de Friedman
calaría en las juventudes chilenas en los años 70, que impulsaron el golpe de
estado de Pinochet, y tras esta implantación se esparciría por la mayor parte
de países de América del Sur. Sin embargo al llegar a Europa, concretamente a
la Inglaterra de Tatcher, se encontraría con el problema de la fuerte
conciencia democrática, que al ver vulnerados sus derechos no consintió el
neoliberalismo hasta el periodo de crisis que significó la guerra en las
Malvinas. Gorbachov por su parte intentó implantar el capitalismo de forma
progresiva pero se le exigió la medida estricta del shock que después aceptaría
de muy buen grado Yeltsin. El verdadero reto para EEUU sería ahora exportarlo a
los países árabes, y será el gobierno de W. Bush quien se lo proponga y
consiga. Declarándole la guerra a Irak crea un clima de shock para después de
derrotarle llevar a cabo la reconstrucción del país imitando el Plan Marshall
de prestación económica internacional. Pero esta vez ninguna de las compañías
económicas cumplió con el objetivo marcado y el ejército por su parte lleva a
cabo hasta hoy la represión propia del fascismo militarista. Sobre estas
consecuencias, ya el mismo Milton había advertido, declarando públicamente el
suicidio que suponía llegar a privatizar el ejército o el jurado. Pues bien,
estamos viendo que en una democracia se pueden dar éstos cambios decididos por
los gobernantes pero no apoyados por el pueblo. Esto es una tremenda
contradicción. Centrándome en el caso español debo decir que si no apostamos
por una democracia participativa el gobierno español y su alter ego, como
gobierno de la oposición, serán los únicos que puedan tener poder sobre la
sociedad, precisamente dando la vuelta a sus programas políticos, sin que ni
siquiera se puedan asemejar a los de su oposición, pues éste no es el
referente, sino que lo es la Troika. “Repartir el dolor” como forma de gobernar
son palabras de Rajoy que defiende la limitación del derecho tutelar del
pueblo, pero en cambio da plenas concesiones para evitar la imputación de sus
compañeros, entre ellos la ministra de sanidad. Sanidad y educación han sufrido
el mayor recorte de la historia en pos de un fututo mejor, porque siempre se
aseguran de que inconscientemente creamos que son procesos temporales con eufemismos
del tipo: "desaceleración transitoria".
Paula Villar Hernández
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