El documental “corporación” da comienzo con la ilustración
del antecedente remoto de las multinacionales: la empresa contratada
ocasionalmente por el estado para realizar un proyecto puntual. Al igual que
los bancas estas empresas familiares no tenían alcance más allá del barrio en
el que se localizaban. Pero claro estamos hablando del capitalismo en su fase
más temprana y menos perfeccionada. En su exportación a la nación en guerra que
era EEUU, su forma monopolística, que se define por extraer el mayor beneficio
económico eliminando a la competencia, seduce a estas modestas empresas y las
hace colocarse por delante del reciente hombre negro de derechos. Gracias a la
creación de la decimocuarta enmienda que amplía la libertad de las personas,
las empresas como personas jurídicas ven la oportunidad para apelar a ella en
los momentos en los que quieran sobrepasar la barreras impuestas hasta el
momento. Ahora bien, la ley de entonces y la actual diría en unos términos muy
ambiguos que la empresa debe estar movida por intereses competitivos y no
económicos que solo aseguren la supervivencia de ésta e incluso de sus
accionistas, por encima de los empleados como los responsables reales. El
documental nos da una visión de las empresas como sujetos que encajarían
perfectamente dentro del perfil psicológico propio del psicópata que hace
estragos a su paso. El fenómeno de la “externalización” comentado, muestra el
principal problema que acarrean estas empresas, que es el de la explotación de
personas-trabajadores de otros países donde tienen instaladas sus fábricas. La
división entre accionistas y trabajadores es mucho más acusada cuando hablamos
de trabajadores sujetos a la normativa de un país tercermundista. Este es el
sistema privado por el que apuesta el liberalismo. Que una empresa se privatice
no es otra cosa que el control por parte de los accionistas sin la necesidad de
que éstos se encuentren en el mismo país, pero siempre procurando que sus
fabricas y vertidos sí lo estén. Y es que las querellas por violar la ley no
han afectado a su capital en absoluto, por lo que cabe hacerse la gran pregunta
de si cuesta menos violar la ley que respetarla. Esta cuestión abre el debate
de si las empresas realmente tienen los mismos propósitos que los estados o al
menos están obligadas a permanecer dentro de los marcos del propósito elegido
por los ciudadanos, que no clientes. Pero es que se rigiéndose por el principio
de eficiencia están limitando el concepto de beneficio a beneficio económico y
entregándole las ganancias extraídas de él a unos pocos. Sin embargo, las
empresas públicas generan un beneficio extra que no es de tipo económico sino
social, como en el caso de mantener el empleo en tiempo de crisis violando así
el principio de eficiencia en pos del bienestar de todos. Países que se han
constituido como estados de bienestar, siguiendo el ejemplo americano, han
eliminado libertades y derechos que de la otra manera se ven disminuidos y
hasta encubiertos por los beneficios económicos de los que estamos hablando. Y
dentro de este sistema económico envidiable, el caso más destacable es el de
Suecia, que ha sabido llevar a cabo durante una serie de años un socialismo
reformista que combate las contradicciones del capitalismo partiendo de las bases
de la dinámica del trabajo, esto es centrándose en conseguir establecer unas
relaciones laborales solidarias.
Paula Villar Hernández
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