El poder no se posee, se ejerce, afirma Foucault.
Preguntarnos cómo se ejerce el poder y cuáles son sus efectos son las preguntas
adecuadas dentro de la microfísica del poder. Hay que entender esta rela
ción, que
siempre se nos ha presentado como una mera relación dialéctica entre un
dominado y un dominante, como una estructura múltiple en la que entra en juego
toda la sociedad por completo sin que nadie tenga la titularidad de dichas
categorías. En esta red del poder que nos presenta Foucault, todos ejercemos
poder y estamos subsumidos a él. El poder es algo enigmático que se deja
entrever, trae a colación el sentido etimológico de aletheia, de la verdad como
descubrimiento o desvelamiento del ser mismo del poder. El cuerpo social no
aparece por consensus sino por la materialidad del poder sobre los cuerpos de
los mismos individuos y así, una vez más, vemos como se ha materializado lo
trascendente. Esta producción de poder puede generar aparatos del saber
(educación, democracia parlamentaria…) pero no construcciones ideológicas,
puede formar métodos y técnicas de registro, pero no ideologías. Pero la
consideración que merece particular atención es que, esta relación de poder no
es represiva sin más, sino que tiene un fin último productivo, en el sentido de
que se está produciendo un sujeto. Podemos aceptar que todos ejercemos poder de
alguna manera sobre los demás agentes sociales y que también estamos doblegados
a ese mismo poder pero, en la actualidad, es notorio que hay un grupo social
que, si bien no tiene la autoría de él según Foucault, lo disimula bastante
bien. Quizá con un ejemplo lo veamos más claro. El hecho de respetar una ley
puede ser una lección aprendida en el entorno familiar, nuestros progenitores
ejercen el poder de conseguir que respetemos dicha ley para que luego en la
esfera pública nadie pueda desaprobar nuestro comportamiento en aras a respetar
la vigencia normativa. Las fuerzas del orden ejercen el poder de limitar
nuestros actos para que actuemos según la ley pero, esa imposición viene de
arriba, de sus superiores que, ejerciendo su poder, mantienen a los agentes
policiales cumpliendo un fin ulterior. Como vemos se da una relación múltiple
de poder entre estado, policía, familia y sujeto. Lo que resuena en el
trasfondo de todo esto es que la relación de poder viene de un mismo agente, es
el estado el que amparado en la posesión de la ley mantiene a la sociedad
caminando por una misma vía. El problema radica en si el estado está realmente
aplicando la ley abstracta y superior a todos nosotros de la manera más
efectiva. A nadie le importa que haya alguien que le haga pensar sobre los
efectos de sus actos en la esfera pública pero, puede suceder (de hecho sucede)
que ese agente social que debería proteger nuestra libertad y cuidar nuestra
puesta en común con nuestros semejantes esté utilizando ese “poder compartido”
para ganar un beneficio individual a costa del de los demás. Foucault habla de
un sentido último del poder, de un poder con fines productivos, de crear un sujeto.
Desde la identificación ley-estado, un grupo piensa que quizá sería
satisfactorio crear hombres-masa que estén subsumidos a su interés y que
funcionen de tal manera que todo salga según lo previsto. Pero lo que está
previsto no es la seguridad ni la libertad de los ciudadanos, es un plan que
salvaguarda el interés privado del grupo que quiere vendernos una imagen
paternalista.
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