Ramón Queralto apoyando la globalización pretende introducir
la esfera ética en una sociedad tecnológica que engendra una racionalidad
tecnológica sin valores estrictamente morales. Nos muestra un panorama general
de un mundo que ha incorporado un nuevo sector económico más influyente a nivel
mundial que cualquiera de los tres sectores tradicionales (agricultura,
ganadería y pesca, industria y servicios). Podría considerarse dentro del
segundo, pero trasciende a las pequeñas fábricas del primer capitalismo por
constituir la empresa de alcance global. En un mundo así, por lo tanto, según
Queralto hay que dejar de lado la ética kantiana “para héroes”, pues se interpone
a la consecución de la felicidad del s.XXI, que tampoco es asimilable a la de
la Grecia clásica. Por otro lado hay que distinguir la razón tecnológica de la
instrumental, pues mientras que la segunda se limita a ser un instrumento
ocasional la que aquí nos ocupa la poseerían los individuos de forma innata y
estaría presente en todas sus actuaciones; por eso la llamaría “mediación
antropológica básica”. De ahí la necesidad de ligarla a unos valores éticos de
su misma naturaleza. La “ética de la eficacia” encajaría perfectamente con los
criterios económicos de eficiencia productiva, pues es pragmática y no se
centra en una teoría idealista. Contra las objeciones, enuncia que se trata de
un “riesgo calculado que no lleva al reduccionismo”. Por último declararía que
de esta ética se derivan los valores de justicia e igualdad y de esta manera
los derecho reconocidos quedan justificados. Y como valor fundamental se eleva
la solidaridad, pues es el que asegura la harmonía entre personas unidas por el
mercado global que se encuentran a kilómetros las unas de las otras. Ahora bien
en un mundo dividido en países superiores e inferiores, dominantes y dominados
o acreedores y deudores no es posible implantar esta política solidaria de
valores eficientes.
Paula Villar Hernández